El secreto de Maya: Capítulo dos
3:02:00
CAPÍTULO
DOS
“No
beef” sonaba por toda la habitación. Mis
padres hacía más de una hora que se habían marchado a trabajar. Tiré la toalla
al suelo y me coloqué un conjunto negro de ropa interior. La canción estaba en
su momento más apoteósico por lo que solté la ropa que llevaba encima y comencé
a bailar de un lado a otro, saltando sobre mis pies y dejándome llevar. Cuando
ya no pude más y noté que me faltaba el aire me tiré en la cama para finalizar ese lapsus de diversión.
Hacía
tiempo que no salía de fiesta y menos con nuevos compañeros de clase, así que
quería estar guapa y sentirme bien. Respiré relajada y volví a ponerme en pie
para continuar arreglándome.
Normalmente
no solía molestarme en malgastar tiempo eligiendo ropa a la hora de prepararme,
tampoco solía usar vestidos arreglados ni blusas por lo que tuve que ir a la
habitación de mis padres y cogerle prestadas unas medias a mi madre. Eran
oscuras y un poco transparentes.
Me
puse un sujetador sin tirantes que se ajustaba perfectamente a mí y finalmente escogí un vestido morado. Era un
vestido muy sencillo, se ceñía a mi pecho y luego quedaba un poco holgado a la
altura de la cintura. Lo que más me gustaba era el escote en palabra de honor.
Aunque estuve a punto de calzar unas
manoletinas finalmente decidí ponerme unos botines con tacón que encontré
perdidos en mi armario.
Me
dejé el cabello suelto. Llevaba el flequillo liso y recto. El cabello oscuro
caía por mi espalda desnuda. Me pasé los dedos para acabar de desenredarlo y
dejé que se secará solo para poder coger un poco de volumen ya que era muy
lacio y siempre me acababa quedando un poco aplastado.
Solo
quedaba el maquillaje. Embadurné mis pestañas con un rímel extra largo que
tenía mi madre. Me quedé impresionada al ver el volumen de mis pestañas. Me
pinté una raya negra contorneando los ojos y me puso un poco de sombra morada,
el color miel de mis ojos parecía más vivo que nunca.
Intenté
ponerme varios pintalabios pero al tener los labios ya de por si gruesos me
veía ridícula, así que finalmente decidí ponerme solo un poco de brillo. Me
miré en el espejo y sonreí; Me vi guapa
y hasta un poco sexy, y me gustó.
La
madre de Nora nos acercaría hasta la parada de autobuses. La urbanización en la
que vivíamos quedaba bastante apartada de todo, teníamos que coger un autobús
que nos llevara hasta a la calle de las discotecas como era comúnmente conocida
Si
yo pensaba que iba bien arreglada ver a Nora cambió totalmente mi perspectiva
de la sensualidad. Nora estaba despampanante. Llevaba unas medias claras.
Vestía una falda negra de tubo y una camisa blanca metida por dentro bastante
ancha por arriba dejando así sus hombros al descubierto. Se había recogido el
cabello dejando algunos mechones sueltos y se había pintado los labios de rojo,
un rojo que a ella le quedaba impresionante.
—Buenas
noches —Dije al entrar al coche.
—Hola
Maya. Que guapa estás —comentó Flor, la madre de Nora.
—Gracias.
Nora
giró el cuello para observarme y me
guiñó el ojo dando así su aprobación. Durante el viaje Flor no dejó de hablar.
Se parecía mucho a Nora en su carácter, era muy extrovertida y alegre y siempre
estaba riendo y contando cualquier cosa con un toque peculiar propio también de
mi mejor amiga.
—¿Seguro
que no queréis que me espere a que llegue el autobús?
—No
mamá, puedes irte ya.
Nora
cerró la puerta del coche y se despidió de su madre.
Cuando
llegamos a la parada de autobús estaba atestada de otros tantos jóvenes que
como nosotros salían de fiesta. Sentados en la parada había un grupito de tres
chicas y dos chicos que ya estaban bebiendo y parecían muy animados, no
aparentaban más de dieciséis años.
Esa
era alguna de las cosas que no entendía, mi madre hasta que no cumplí los diecisiete
apenas me dejaba salir por las noches hasta las tantas y aún así ahora con casi
diecinueve años era bastante pesada con la hora de llegada.
—Mira
que dos chicas tan guapas.
Nora
y yo miramos a nuestra izquierda. Se acercaba un grupo de tres chicos de unos veinte
largos años. El que se había dirigido a nosotras llevaba una cerveza en la
mano.
Nora
le sonrió y seguidamente giró el rostro
—Hazte
la dura —Me susurró sin mirarme.
¿La
dura? pensé. Eso era fácil para mí.
—¿Estáis
solas?
El
chico se colocó justo en frente de nosotras y sus dos amigos alrededor de él.
Era el típico chico de gimnasio, y llevaba una camiseta a rayas blancas y azul
con más escote que mi vestido. Algo que destetaba a más no poder, era muy poco
masculino.
—
¿Tú ves a alguien más? —contestó Nora.
El
chico sonrió.
—Bueno
ahora estamos nosotros.
Enseguida
comenzó a entablar conversación con Nora dejándome totalmente de lado.
Realmente no me importaba ya que ninguno de ellos me interesaba lo más mínimo.
De
reojo vi como el chico apuntaba el número de Nora. Seguramente sería falso, a
Nora le gustaba sentirse guapa y ligar, pero luego a la hora de la verdad nunca
iba más allá.
—¿Y
tú no hablas?
Uno
de los chicos, prácticamente idéntico al otro, se acercó a mí.
—
¿Pretendes que hable sola?
—Me
gustan las chicas así. Con carácter.
Casi
me ahogué de la risa al escucharle.
—
¿Cómo sabes que tengo carácter? —pregunté—. Solo me has escuchado hablar cuatro
palabras.
—Se
nota —contestó con una sonrisa bobalicona en el rostro.
Por
suerte, antes de que siguiera la conversación vi a lo lejos llegar el autobús,
por lo que cogí a Nora de la mano y la arrastré conmigo.
El
autobús venía bastante repleto. Tuvimos suerte y encontramos dos asientos
vacíos al fondo del todo. Los otros chicos se quedaron al principio y volvieron
a ligar con otras chicas.
—Estoy
impaciente por ver a Jonás —dijo Nora mirándose en el reflejo del autobús.
Le
sonreí
—No
te mires tanto, estás despampanante.
Llegamos
al bar pero no divisamos a ninguno de nuestros compañeros fuera del local, la
verdad era que llegábamos algo tarde por lo que pensamos que estarían dentro y
habrían comenzado sin nosotras.
El
bar estaba a reventar. Nos abrimos paso entre la gente intentando llegar al
final, donde estaban las mesas.
Cuando
finalmente conseguimos acercarnos a nuestro destino los vimos sentados en una
de las últimas mesas justo debajo de una pantalla plana que emitía distintos
videoclips. Jonás y Alex se levantaron a la vez con un vaso de chupito en la
mano en cuanto se percataron de nuestra presencia.
—Pensábamos
que no vendríais —Dijo Jonás haciéndonos sitio.
Nora
enseguida se sentó a su lado. Alex hizo un hueco y me senté junto a él. Eché un
vistazo rápido al local. Esperaba encontrar a Gabriel, pero no estaba ni él ni
ninguno de su grupo.
—¿Qué
buscas? —preguntó Alex invitándome a una cerveza.
—Nada
—Mentí. Volví el rostro hacia él y acepté la cerveza
Sara
y Julia también estaban y conversaban animadamente junto a Helena y Eric, que
también iban a clase con nosotros. Juntaron tres mesas para que todos
cupiéramos perfectamente. Y en la
esquina de la derecha estaban sentados Patric y Marta. Patric venía a nuestra
clase pero Marta no. Por lo que me enteré eran pareja desde hacía varios años.
—Estas
impresionante —dijo Alex.
Sin
evitarlo me ruboricé.
—Gracias
—contesté intentando no sonar muy cortada.
Alex
no dejó de invitarme a cervezas y conversar conmigo. De alguna manera me sentía
cómoda junto a él y hasta me halagaba que un chico como él pudiera sentirse
atraído por mí.
—
¿Te quedarás a bailar luego verdad?
—
¿Lo dudas? —contesté un poco afectada por el alcohol.
Alex
se inclinó y me besó en la mejilla, fue un gesto tan cálido y dulce que no pude
evitar sonreír como una tonta.
Desvié
la mirada y observé como Nora conversaba con el resto del grupo pero por debajo
de la mesa acariciaba la mano de Jonás.
Hacía
mucho calor y entre el tumulto de gente, las voces y la música me estaba
agobiando un poco.
—Oye
voy un momento fuera. Ahora mismo entro. —Dije levantándome.
—
¿Te acompaño? —preguntó Alex.
—No,
no —dije—.Ahora mismo entro.
Fue
fácil salir. Fui dando empujones y tambaleándome un poco. Hacía mucho tiempo
que no bebía, o más bien nunca solía beber. Y con lo que acababa de tomarme ya
me sentía un poco mareada. Abrí la puerta y
recibí plácidamente el abrazo del aire fresco de la calle. Me senté en los
escalones de la entrada del bar y clavé la vista en una pareja que se magreaba
al otro lado de la esquina.
—Beber
no es bueno.
Una
voz sonó a mi izquierda. Cuando volteé me quedé helada. Por suerte ya salía con
las mejillas encendidas del bar porque sino seguramente Gabriel habría notado
mi rubor al mirarle.
—Aplícate
el cuento—dije.
Me
salió más tosco de lo que quería que sonara. Gabriel estaba apoyado detrás de
la puerta, y sujetaba con firmeza un cubata. Se acercó sonriendo y se sentó a
mi lado. Olía tan bien que por un instante quise acercarme a su cuello y
envolverme en su olor.
—Esto
no es alcohol...es agua.
—Si
claro...
Le
di un trago a la cerveza y los dos nos quedamos en silencio mirando a la nada.
—Estás
en mi curso —constató Gabriel
—Sí.
—No
eres muy habladora eh... —dijo apoyando los brazos en las rodilla y girando el
rostro para mirarme.
—Eso
dicen.
En
realidad no solía ser tan cortada y estúpida pero no me salían las palabras. Mi
cerebro había dejado de funcionar y no encontraba la manera de devolverlo a la
vida.
—Nunca
hemos hablado antes en clase—dije intentando tener una conversación—.Sueles
estar siempre con el grupo de los cool.
En
cuanto dije esto quise que la tierra me tragase. ¿Qué me estaba pasando?
Gabriel
sonrió.
—Bueno,
son un poco especiales. No te lo voy a negar... —espetó alzando los hombros—
Mira, a partir de ahora te hablaré más en clase.
Sonreí
como una estúpida.
—Siempre
va bien tener a alguien más que te pueda prestar los apuntes...
—Que
te den—contesté entornando los ojos.
Gabriel
dejó el cubata en el suelo y se puso en pie enfrente de mí.
—Empecemos
de nuevo—dijo.
Extendió
la mano.
—Hola,
soy Gabriel —Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Me
puse de pie mirándolo directamente a los ojos y le estreché la mano.
—Maya.
Encantada.
En
cuanto nuestras manos entraron en contacto a Gabriel la sonrisa le desapareció
del rostro. Palideció de repente y como si le hubiera dado corriente me soltó
la mano y me miró de tal manera que tragué saliva asustada.
—Ya
nos veremos —dijo con voz mecánica.
Sin
mirarme y con el semblante serio entró al bar. Y yo me quedé como una idiota de
pie sin entender nada de lo que acababa de pasar.
La
reacción de Gabriel me había dejado aturdida. Instintivamente miré mi mano.
¿Qué diablos le había pasado? por un momento llegué a pensar que igual
podríamos mantener algún tipo de conversación y hasta conocernos, pero tal y
como había salido huyendo descarté por
completo esa idea.
Entré
al bar y fui abriéndome paso entre la gente. Divisé la melena rubia de Amelia,
y justo a su lado estaba Gabriel, bebiendo y con el brazo rodeando la cintura
de ella. Estaban apoyados en la barra y a su alrededor descubrí a los otros del
grupo cool. Pasé tan cerca de Gabriel que el olor de su perfume volvió a
embriagarme pero él no se dignó a mirarme y yo continué mi camino hasta la mesa
de mis compañeros.
—Has
tardado mucho.
Alex
me rodeó con sus brazos en cuanto me senté. Aunque a él le costaba sin duda
alguna mucho más emborracharse se notaba que el efecto ya estaba surgiendo,
pues de nuevo se acercó y me beso, pero esta vez directamente en la comisura de
mis labios. Cerré los ojos y la cara de Gabriel apareció en mi mente. Abrí de
nuevo los ojos y me aparté de Alex haciendo que buscaba algo en el bolso.
Escuché como Alex bufaba y daba un trago largo a su cerveza. No podía ser que
ese imbécil apareciera en mi mente traicionando a mi subconsciente.
—Es
hora de ir algún sitio —Dijo Patric—. Nos estamos apalancando un poco.
Todos
estuvimos de acuerdo por lo que nos pusimos en pie para marcharnos. Mientras
acababa de guardar las cosas en el bolso levanté la vista y observé como en ese
instante Gabriel desviaba la mirada. ¿Qué le pasaba a este tío? Supuse que le
habría caído mal, así que intenté deshacer la idea de la atracción que creía
sentir hacia él. Por muy guapo que fuera había actuado de manera extraña y eso
no era normal. Alex apoyó la mano en mi
cadera obligándome a caminar.
—Tengo
ganas de ver como bailas—.Me susurró al oído.
Lo
miré descaradamente de arriba a bajo. Ante mi asombro fui yo quien le cogí de
la mano y lo arrastré hacia la calle. Cuando pasamos al lado del otro grupo de
clase estaba prácticamente segura de que Gabriel habría visto nuestras manos
entrelazadas. Por un instante ese pensamiento me hizo sentir mezquina. ¿Es que
solo había agarrado a Alex de la mano para darle envidia a Gabriel?
Entré
cogida de la mano de Alex a la discoteca. Sonaba una canción de David Guetta, y
la gente bailaba totalmente desbocada. Aunque no eran más de la una y media de
la madrugada la sala estaba bastante llena. Nora me agarró de la mano y me
estiró al centro de la pista obligándome a soltar a Alex. Empezó a moverse muy
sensualmente, moviendo las caderas mientras cerraba los ojos para dejarse
envolver por el ritmo de la música. Al principio me dio un poco de vergüenza,
pero luego al ver que Helena y Sara se unían a nosotras me dejé llevar.
Mis
cadera se movían a un ritmo perfecto acuerdo con la música. Me encantaba sentir
el pelo moverse de un lado a otro. Con todo el frenesí del momento sentí que el
alcohol seguía en mi organismo y al parecer más dosificado. Sentía un
cosquilleo por todo mi cuerpo. Me reí al ver como bailaba Nora con Helena.
Estaban imitando a unos que estaban al lado y parecía prácticamente que
estuvieran teniendo sexo.
Me
aparté el cabello del rostro y miré al frente. Alex me observaba desde fuera de
la pista. Tenía un cubata en la mano y junto a él estaba Jonás. Le sonreí
divertida y me di media vuelta para seguir bailando.
Empezó
a sonar No beef, la misma canción que había estado bailando esa noche en
mi habitación y literalmente me volví loca. Alcé los brazos, cerré los ojos y
empecé a dar saltos envuelta por la emoción. Hasta que llegó el momento que más
me gustaba de la canción, dejé de dar saltos y continué bailando moviendo todo
el cuerpo, contoneaba las caderas y al compás los brazos y la cabeza
disfrutando como nunca dejando que mi cabello ondeara de un lado a otro. Sentí
unas manos frías acariciarme la espalda. Me giré y abrí los ojos esperando
encontrarme con el rostro de Alex, pero en vez de eso me encontré con el mismo
chico de la parada de autobús. Lo miré disgustada, pero a él pareció ni
importarle.
—Bailas
de maravilla, muévete para mí —gritó para que lo oyera.
Me
di media vuelta y me acerqué a Nora, pero este me agarró fuertemente del codo y
me acercó a él.
—Bailemos
—dijo pegándose a mí.
Lo
intenté apartar pero él volvió acercar su cuerpo al mío.
—Está
conmigo.
Una
voz fuerte y segura sonó a mis espaldas. La reconocí entre todo el jaleo.
Esta
vez, una mano cálida y firme me agarró de la cintura y me volteó, apartó un
mechón de pelo que me tapaba la cara y me besó. Y sin ningún miramiento acepté
el beso. Sus labios cálidos y su lengua se fusionaron con la mía. Me agarraba
fuertemente de la cintura y podía sentir todo su cuerpo contra el mío. No
negaré que me gustara, porque me encantó, pero esperaba sentir algo más.
No
quise estropear el momento y continué besándolo. Mi canción acabó y empezó a
sonar We found love de Rihanna. Me separé un instante de él para
bailarlo con Nora. Jonás estaba bailando al lado de mi amiga pero al parecer de
momento no había pasado nada entre ellos. Arrastré a Alex conmigo hasta que
llegamos dónde estaban todos los demás.
—Me
lo estoy pasando muy bien—grité para que Nora me escuchara.
—No
lo jures—me dijo guiñándome un ojo.
Alex
me abrazó y me atrajo de nuevo a él. Me busco con la boca y acarició mis labios
con su lengua.
—Desde
el primer día de clase, cuando te vi llegar me sentí atraído por ti.
Me
sorprendió que me dijera eso y no supe que contestar.
—Tienes
una cara tan bonita, que no me cansaría nunca de mirar.
Alex
me estrechó entre sus brazos. Y acarició mi cabello.
Levanté
la vista y me encontré con la gélida mirada de unos ojos azules que parecían
escrutarme con odio. Al fondo de la pista Gabriel bailaba pegado junto a
Amelia, pero no me quitaba la vista de encima, ni cuando se percató de que yo
lo estaba viendo. ¿Podía ser que sin conocerme me odiara? Eso era imposible.
Decidí pasar de él por lo que agarré el rostro de Alex y me concentré en él, en
besarle y en pasármelo bien.
Debían
de ser las tres y media cuando empecé a estar cansada. Durante las siguientes
dos horas no había dejado de moverme, de bailar y de reír y estaba un poco
agotada. Alex se había marchado a buscar algo para beber y Nora estaba
acurrucada junto a Jonás.
Ya
no bailaba con la misma intensidad y mientras esperaba a Alex miré por la
discoteca intentando divisar a Gabriel pero no lo encontré. Me odiaba a mi
misma por estar tan pendiente de él, por saber que aunque él hubiera actuado de
esa manera tan extraña no era capaz de dejar de buscarlo.
De
repente empecé a sentir frío, mucho frío. Me rodeé con los brazos y miré
extraña a mí alrededor. Pensé que se habían pasado con la potencia del aire
acondicionado. Me pareció escuchar mi nombre, viré el rostro y entre el gentío
que seguía moviéndose sin parar divisé a una chica completamente quieta. Su
vista se posó sobre la mía y su mirada me hizo estremecer. Sentí un escalofrío
horrible y no pude evitar que los dientes me castañearan. Estaba muy pálida y
parecía que había sido agredida. Llevaba el cabello oscuro enmarañado y tenía
unas ojeras horribles aparte de algún que otro moratón por la zona de la mandíbula.
¿Por qué me miraba a mí fijamente y no pedía ayuda a los porteros? Abrió la
boca y en ese mismo instante estaba casi segura que con un pequeño susurro mi
nombre había salido de ella.
Me
acerqué a Nora corriendo.
—Nora,
¿Has visto a esa chica? —Señalé con el brazo en la dirección donde segundos
antes estaba.
—¿A
cuál de todas?
No
estaba. La miré extrañada.
—Maya
deja de beber... —dijo divertida Nora.
Era
extraño, unos segundos antes había estado a tan solo unos metros de mí y ahora
sencillamente había desaparecido.
Intenté
divisarla pero de nuevo sentí el mismo escalofrío, esta vez alcé el rostro
inquieta y la vi. La gente bailaba a su alrededor como si no existiera, nadie
se percataba de su estado, de que estaba herida y parecía a punto de derrumbarse.
Comenzó
a caminar entre la gente alejándose de mí y buscando la salida. Un extraño
sentimiento me inundó, de alguna manera mis pies comenzaron a caminar solos. No
supe porqué pero debía de socorrerla sentía la necesidad de ayudarla.
Caminé
aprisa entre la gente, abriéndome camino con rudeza. La vi salir por la puerta,
o eso me pareció. Corrí hacia la salida y cuando los porteros me abrieron la
puerta no la vi.
—Acaba
de salir una chica con muy mal aspecto —espeté nerviosa a los porteros.
Uno
era mulato, llevaba el pelo trenzado y debía de medir uno dos metros
aproximadamente. El otro era más bajito y calvo pero de complexión más fuerte.
—Aquí
salen muchas así—dijo el mulato, y junto al otro empezaron a reírse.
No
me digné a contestarles y caminé hacia el final de la calle dónde estaba la
parada de autobús y la del tren. Me pareció distinguirla entre la gente y al
parecer se alejaba dirección al párquing de tierra que había al lado de la
estación de tren.
Empecé
a correr para alcanzarla.
—
¡EH!—Grité esperando que me escuchara.
No
se dio la vuelta y ante mi asombro se adentró en la maleza que crecía al final
del párquing de arena. Unos metros más adentro empezaba a meterme en el bosque
que llevaba directamente a la montaña. Titubee al llegar al final del camino de
arena. Pero una fuerza venida de la nada me empujó a entrar y así lo hice.
De
repente todo se volvió más oscuro, ya no estaba tan convencida de haber hecho
lo correcto. A penas divisaba algo con la luz de la luna. Me adentré un poco
más hasta que llegué a un pequeño claro lleno de maleza muy alta y árboles que
se torcían de manera atroz cerniéndose sobre mí. Tenía la sensación de estar
encerrada.
Y
allí estaba.
Tenía
el cabello suelto y estaba de espaldas y quieta mirando al suelo. Me acerqué
lentamente para no asustarla. El corazón me iba a mil. Llevaba un vestido rosa
hecho trizas. Pude ver el sujetador y parte de la espalda prácticamente morada
de los golpes que tenía. Pobre chica, pensé. ¿Quién le habría hecho algo así?
Alargué
el brazo para tocarle el hombro con cautela y que no huyera de nuevo. Pero
antes de hacerlo la chica se giró y se lanzó literalmente encima de mí.
Caí
de espaldas y noté el peso de su cuerpo sobre el mío. Desprendía mal olor, un
olor que me recordaba a algo en descomposición.
—
¡PARA!—Grité asustada.
Mantenía
los ojos cerrados, pues la chica no cesaba de intentar alcanzarme el rostro con
sus manos. Estaba loca.
De
repente dejé sentir su peso sobre mi cuerpo y abrí los ojos. Había
desaparecido. Me puse en pié dispuesta a
marcharme corriendo, pero de nuevo apareció de la nada, se materializó enfrente
de mi como por arte de magia.
Esta
vez estaba tan cerca que pude observar su rostro, y grité del miedo. No estaba
viva. Su rostro demacrado dejaba entrever parte del hueso de su mandíbula. Caí
al suelo impactada por lo que acaba de ver y cerré los ojos.
Me
cubrí los oídos con las manos y empecé a tararear una canción. La misma canción
que cuando tenía ocho años y que mi abuela me había enseñado para hacerlos
desaparecer.
El
recuerdo de mi infancia me inundó y empecé a llorar. No quise moverme ni un
centímetro por miedo a que me atacara, solo quería que se marchara, como ya lo
habían hecho más de una vez y que me dejaran sola. Cada vez tarareaba mas
fuerte presa del miedo.
Me
dio un ataque de nervios cuando sentí como me agarraban de los hombros y me
obligaban a ponerme de pie.
—Déjame...por
favor...otra vez no...
Me
empezaron a zarandear con rudeza
—¡OTRA
VEZ NO! —vociferé asustada.
—¡MAYA!
MÍRAME.
Esa
voz era conocida. Dejé de tararear.
—Vamos,
mírame...
Abrí
los ojos lentamente. Había derramado tantas lágrimas que el rostro que observé
estaba borroso.
—
¿Qué te ha pasado? ¿Te han hecho daño?
Era
Gabriel.
Sus
ojos azules parecían realmente preocupados. En ese instante me dio igual lo que
pudiera pensar de mí, me lancé a sus brazos y continué llorando.
—Eh...eh—Me
apartó y me obligó a mirarlo.
Sus
ojos me escrutaron rápidamente intentando encontrar algún signo de violencia.
—
¿Quieres que vayamos a la policía, llamo a alguien...?
—No...—dije
con la voz entrecortada.
Me
rodeé con los brazos. Había refrescado. Gabriel se quitó su chaqueta y me la
puso alrededor de los hombros.
—
¿Cómo me has encontrado?
—Venía
a buscar mi moto y escuché gritar —Gabriel no cesaba de mirarme— ¿Qué te ha
pasado Maya?
Abrí
la boca intentando dar una respuesta lógica, pero... ¿Qué iba a decirle? ¿qué había
visto a una muerta?
Eludí
la pregunta
—
¿Puedes llevarme a casa?
Gabriel
suspiró y asintió
Caminamos
el uno pegado al otro, no pude levantar la mirada del suelo por temor a ver algo que no quería ver. Notaba
como Gabriel de vez en cuando me echaba un vistazo para saber como estaba. Me
mantenía sujeta del codo, supongo que por temor de que pudiera caerme.
Seguramente ahora mismo pensaría que estaba completamente loca.
Me
guió hasta una Yamaha FZ6 negra y enseguida supe que era de él. En ella había
estado viendo toda la semana como Amelia se subía de paquete. Ahora sería yo,
pero en una situación muy diferente.
Me
sentía bastante debilitada. Gabriel me agarró de la cintura para ayudarme a
subir y me dio un casco negro, era exactamente igual que el suyo.
—Agárrate
—ordenó antes de cerrar la visera del casco.
Le
rodeé por la cintura y apoyé mi mejilla en su espalda. Cerré los ojos y aun que
fuese difícil dada la situación que acababa de vivir, disfruté del trayecto.
—Ya
puedes soltarte
Abrí
los ojos y me di cuenta que estábamos enfrente de mi casa. Sin duda alguna
había llegado sin perderse y eso que sólo se lo había explicado una vez antes
de subir a la moto. Un poco azorada al darme cuenta de que había estado sujeta
a él durante todo el camino me solté y torpemente me bajé de la moto. Esperaba
unas palabras amables o que al menos se hubiese quitado el casco para hablar un
poco conmigo, pero en vez de eso se despidió fríamente de mí.
—Nos
vemos el lunes en clase, descansa.
No
me dio tiempo a devolverle la chaqueta, pues arrancó en cuanto acabó de hablar
y me dejo sola de pie con una pinta horrorosa. Ese chico parecía tan
desequilibrado como yo. Venía a “rescatarme” y ahora se marchaba tan secamente.
No quise amargarme con ello, tenía otros problemas más importantes.
Mis
padres aún no estaban en casa, así que subí rápidamente a mi habitación y me
desvestí. Estaba aterrada, no podía cesar de mirar a un lado y a otro esperando
que apareciera algo. Lo que había vivido en el bosque me había dejado devastada.
Miles de recuerdos me inundaron; mi infancia, las noches tan malas que solía
pasar y el miedo a la oscuridad. A la tarde siguiente iría hablar con mi
abuela. Ella era la única que podría comprenderme.
Me
quedé en ropa interior y cogí la chaqueta negra de Gabriel para colgarla en una
percha. Olía a él. Enterré mi rostro en ella e inspiré. Y cuando me di cuenta
de lo que estaba haciendo la solté. Había sido un comportamiento impropio de mí.
Me
tumbé en la cama y me tapé hasta la barbilla. Pensé en Alex y Nora, y que estarían
preocupados. Le mandé un mensaje a mi amiga para que estuviera tranquila y le
dije que le llamaría por la mañana. Con tal de no volver a pensar en lo
sucedido intenté dejar la mente en blanco y por suerte conseguí dormirme al
instante.
Aquí termina el segundo capítulo. ¿Os ha gustado?
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